Amylkar D. Acosta M
Ex ministro de Minas, Energía e Hidrocarburos
Colombia, sin ser un país petrolero, dada la precariedad de sus reservas, sigue teniendo una altísima dependencia del crudo. Por ello su economía siempre está al vaivén de lo que ocurre en los mercados internacionales, que es donde se transa comercialmente el petróleo y en donde no influimos para nada en la formación de los precios, pues somos sólo tomadores de precios. Después de un largo ciclo de precios altos, los cuales llegaron a tener un pico de US $107.95 el barril de crudo de la referencia WTI y US $115.19 del BRENT en junio 16 de 2014, la sobreoferta de crudo precipitó la destorcida de precios a tal punto que a mediados de enero del año anterior se negoció a US $25. Un caída estrepitosa de más del 70%. Posteriormente los precios tuvieron una importante recuperación, hasta cotizarse finalizando 2016 alrededor de los US $50 el barril y de allí no ha pasado, a pesar del Acuerdo de 13 socios de la OPEP y 11 grandes productores que están por fuera del cartel, encabezados por Rusia, el pasado 10 de diciembre, de reducir el bombeo de crudo en 1.8 millones de barriles diarios por seis meses a partir de enero de este año con miras a apuntalar los precios.
Ello ha afectado tanto el sector externo de la economía llevando a niveles históricos tanto el déficit de la Balanza comercial como el de la Cuenta Corriente de la Balanza de pagos. Todos los países exportadores de petróleo se han visto afectados por la caída de los precios, pero en el caso de Colombia el impacto ha sido mayor, sobre todo en las finanzas públicas, porque a la caída de los precios se vino a sumar la caída de la producción. Después de fijarse la meta y haberla alcanzado de la producción de 1 millón de barriles diarios, diciembre del 2015 fue el último mes del año que se alcanzó superar ese tope, para posteriormente caer de manera sostenida la producción durante 10 de los 12 meses subsiguientes hasta cerrar en diciembre del año anterior con una producción de 837 mil barriles/día. Es más, la nueva meta fijada por el Gobierno para el 2017 es de 865 mil barriles/día. La caída de la producción promedia en el 2016 cayó un 12% con respecto a 2015 y el promedio de la producción en los primeros 4 meses de este año estuvo en 844 mil barriles.
Pero ya advertíamos que por estar invadidos por la preocupación de la baja de los precios y de la producción, estábamos descuidando el peligro mayor que nos acecha cual es la vertiginosa caída de las reservas probadas de crudo con las que cuenta el país, razón por la cual nos ha venido rondando el fantasma de su importación, lo cual sería una verdadera tragedia para el país. Y no lo decimos a humo de paja, es que entre 1992 y 2002 las reservas probadas de petróleo de Colombia pasaron de 3.232 millones de barriles a 2002 millones en 2015. Si miramos los cuatro últimos años observamos que se pasó 2.377 millones de barriles en 2012 y una relación reservas/producción de 6.9 años, a 2.445 millones en 2013 y una relación reservas/producción de 6.6 años, para el 2014 bajaron hasta 2.308 millones y una relación reservas/producción de 6.4 años y sigue cayendo en 2015 hasta llegar a 2002 millones y una relación reservas/producción de 5.5 años. Y, para rematar, acaba de revelar la Agencia Nacional de Hidrocarburos que, una vez más, cayeron 17% las reservas, esta vez para estacionarse, por debajo de la barrera psicológica de los 2.000 millones, en 1.665 millones de barriles y ya el horizonte de autoabastecimiento (coeficiente reservas/producción) se reduce a sólo 5.1 años. Es decir, que a la vuelta de 5 años (¡!) estaremos abocados a tener que importar petróleo al país para nuestro propio abastecimiento.
La caída de las reservas probadas se da cuando el ritmo de extracción del crudo es mayor que el ritmo de reposición de las reservas extraídas, habida cuenta que se trata de un recurso no renovable y por ello mismo expuesto a su declinación y agotamiento. A guisa de ejemplo: en el año 2008 el país extrajo 215 millones de barriles e incorporó reservas del orden de los 524 millones, para un saldo neto de 309 millones de barriles adicionales. Entre tanto en el 2016 se extrajeron 326 millones de barriles y a duras penas se incorporaron 46 millones de barriles. En conclusión, mientras en 2008 por cada barril de crudo que se extrajo de los yacimientos se incorporaron 2.4 barriles, en el 2016 sólo se repuso 0.14 barriles.
Son dos los factores fundamentales que han incidido en esta caída de las reservas probadas de crudo en el país, por una parte la caída de los precios y por la otra el decaimiento de la actividad exploratoria. Como es apenas lógico el volumen de las reservas probadas está en función del precio, ya que este determina la comercialidad de las reservas que se encuentran en el campo en explotación. A mayor precio y menor costo de extracción tendremos mayores reservas y viceversa. De allí que el precio WTI de referencia para el cálculo de las reservas en 2015 fue de US $50.28 el barril y en 2016 US $42.75, 15% menor.
Está establecido que el efecto – precio fue el que más pesó sobre la caída de las reservas probadas, aproximadamente en 202 millones de barriles. El índice de reemplazo de reservas, si excluimos el efecto – precio fue del 79%; en cambio, si se incluye el efecto – precio, el índice de reemplazo baja dramáticamente en – 7%. El efecto – precio sobre las reservas se ha visto acentuado por cuenta de la baja actividad exploratoria, desalentada tanto por los bajos precios como por el entorno adverso que está enfrentando la industria petrolera en Colombia.
Bogotá, mayo 21 de 2017
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